ARTISTAS

Silvia Favaretto

Silvia Favaretto (Padua, Italia, 1972) se licenció en arquitectura y bioarquitectura en la Universidad de Venecia en 1999. En 2004 viajó a España para colaborar directamente en la decoración del Templo expiatorio de la Sagrada Familia (Barcelona). En 2015 se inscribe al Ciclo Superior de Cerámica Artística en la Escuela de Arte Dionisio Ortiz abarcando en su proyecto final la relación entre arquitectura y naturaleza. Ha colaborado con el Centro de Apoyo de Desarrollo Empresarial (CADE) de Córdoba, con Fundación Provincial de Artes Plásticas Rafael Botí, con Cruz Roja Española y con Fundación Caja Sol (1º premio Patios de Córdoba – 2018). En 2019 participa en la exposición “Páginas de barro – Elogio a la tierra viva” un proyecto de Hisae Yanase y Antonio I. González (Casa Góngora) creando una instalación efímera con germinaciones de plantas reales. En el marco del Festival Flora de Córdoba 2021 es invitada a un seminario para presentar el proyecto Bloom (2017) dentro de las actividades paralelas. Actualmente imparte cursos de Cerámica creativa en la Escuela Nocturna del Centro de Creación Contemporánea de Andalucía C3A.

En colaboración con

Proyecto

Casa florecida

El planteamiento del proyecto pretende establecer una relación inédita entre lo Urbano y lo Natural proponiendo nuevas correspondencias desde la unicidad de los Patios de Córdoba e situarnos en una reflexión sobre el papel que juega la manera en la que construimos las ciudades de hoy y de mañana y si finalmente se dirige a favor o en contra del bienestar común.

La intención es crear un diálogo entre Ciudad Mineral y Cuerpo Vegetal donde cobre protagonismo el propósito expansivo de la Materia Orgánica cuya innata propensión es la incesante acción colonizadora de nuevas superficies.

En consecuencia se conforma un nuevo relato donde la parte natural que, a menudo, ha estado enclaustrada, ahora quiere reivindicar su derecho a andar, su derecho a explorar, su derecho a ejercer su propia “naturaleza de Naturaleza” que no es más que ampliarse y profundizar raíces.

El Cuerpo Vegetal intenta defender su Memoria, de que no siempre fue sólo y exclusivamente una pequeña y maravillosa incrustación esmeralda entre paredes de patios sino recordarnos de que su legado procede del Edén.

Por la misma razón es aceptable probar a volcar ese mismo dosel verde desde el interior hacia el exterior de las paredes. Voltear esa fresca Piel Viva, que respira vapor, mitiga, humedece, descontamina y lo adecenta todo a cambio de luz y agua.

En este sentido el proyecto es el resultado de un despliegue de propagaciones vegetales hacia afuera. Un acto de reivindicación de la Naturaleza que no puede y no debe estar relegada entre paredes.

La reflexión que nos despierta el Cuerpo Vegetal hace posible el nacimiento de un Cuerpo Cultural que admite haberse equivocado andando por un camino que parecía lo correcto pero que ya no es sostenible a largo plazo. Nos sugiere equilibrar un pacto de mutua colaboración entre humanos y plantas para ampararnos a todos por igual.

El Verde Verdor nos conecta a todos. Es Unificador. Así que cualquier espacio es bueno para empezar a reconectar con la “única Red de las Redes posibles” (Joaquín Araújo), la red de las raíces.

Hay que invertir la tendencia a la mineralización de la ciudad. Hay que plantar, plantar y plantar, sea en el suelo, techos de calles o en fachada.

La ciudad es un conjunto de construcciones. Las plantas reavivan, dignifican y transforman un simple inmueble, aquello que pasa de ser un mero edificio a declararse por fin como un Hogar.